lunes, 8 de febrero de 2010

FAMILIAS DEL MODELO UNICO A LA DIVERSIDAD

La modernidad postuló el modelo familiar burgués, es decir, el grupo conyugal compuesto por una pareja vitalicia y sus hijos, en conexión con las familias de origen, como patrón ideal de la cultura.En relación con su pregnancia, las familias que no se adecuaban a dicho modelo fueron consideradas desviaciones del mismo, y se entronizó a esa configuración familiar (denominada“intacta” o “completa” por los sociólogos) en el lugar de una normalidad sacralizada.
Desde perspectivas actuales, ligadas, entre otros, al pensamiento de lo complejo y lo diverso, las familias pueden ser reconocidas tanto en sus transformaciones como en su diversidad, expresada en la coexistencia de distintas configuraciones manifiestas, cada una de ellas con sus problemáticas singulares y específicas.Dicho ideal, que ha teñido también teorías y prácticas, lleva aún hoy con frecuencia a los integrantes de las familias “otras”, a pensar su propia organización “en déficit”, por relación con el mismo. Ello suele afectar la originalidad de cada familia naciente, nunca mera reproducción de moldes anteriores.Si retomamos la definición citada en nota al pie, es notorio que tal prototipo familiar cambió en casi todos sus parámetros.

La familia es, pues, una construcción variable, acorde a cada cultura y cada tiempo. Encontramos hoy familias “como las de antes”, “como las de ahora”, ¿cómo las que vendrán? Imposible diseñar el futuro de tales mutaciones, pero sabemos que, a su nacimiento, el niño necesita pertenecer a vínculos para sobrevivir y humanizarse. Es en conexión con esto que en todas las sociedades existe algún grupo, cualquiera fuere su conformación, destinado a su crianza, grupo que hasta ahora denominamos familia.Hoy parece incrementarse la diversidad en relación con fenómenos como el divorcio y nuevos matrimonios, la fertilización asistida, los cambios en el rol de la mujer, la mayor aceptación de las parejas homosexuales que buscan su legitimación, y otras condiciones correspondientes a la red social consideradas con amplitud en las disciplinas humanas: todo ello ejerció efectos revulsivos en la ilusión de un contorno familiar cerrado y estable.

Las familias nucleares a menudo se disuelven para conformar familias ensambladas y familias de un solo progenitor: se hace necesario establecer modelizaciones teóricas y formas de abordaje clínico que reconozcan la especificidad de cada conformación. No obstante, quiero enfatizar, no propondré una única configuración –o algunas- como la/ las familia/s actual/es prototípica/s, tendiendo a instalarla/s como modelo patrón sustituto de la familia nuclear burguesa. Por el contrario, afirmaré que cada familia, sea cual fuere su conformación perceptible, es una construcción original y la diversidad es uno por uno.¿Cómo se hizo posible desconocer, pese a la luz de la historia, la sociología, la antropología, no solamente la transformación epocal de las formas familiares sino la coexistencia de formas diversas en cada tiempo y lugar? Entiendo que si hoy podemos tomar en cuenta, a nivel de la familia, la pareja, los grupos, el sujeto, la sexualidad, una diversidad siempre existente, ello se ve habilitado por conceptualizaciones que desplazan los modelos únicos y las definiciones cerradas y completas.El pensamiento moderno, impregnado por la disyunción y el binarismo, sostuvo –quizá a su pesar, a veces- modalidades de exclusión que, ya en el terreno específico del Psicoanálisis, impregnaron de sanción intervenciones supuestamente “neutrales”.

Mencionaré solamente dos ejemplos, de los muchos posibles que se hallan hoy en revisión y dan lugar a importantes actualizaciones teóricas y clínicas: una, la heterosexualidad como ideal social se corresponde con la homosexualidad abordada como enfermedad, patología de la indiferenciación, en relación con la teoría falocéntrica; otra, que nos atañe aquí especialmente dada nuestra temática: la familia burguesa como ideal social se corresponde con la idea de que las configuraciones familiares diferentes constituirían, por su propia organización, fuente de patología; en relación con los lugares y funciones fijos y preestablecidos de la estructura elemental de parentesco. Dado que las teorías fundamentan nuestras prácticas clínicas, examinar tales concepciones a la luz de nuevos paradigmas podrá ir conduciendo a la emergencia de prácticas no discriminatorias o excluyentes, aunque seguramente, ya que esto es ineludible, marcadas por ideologías del tiempo actual y por la implicación del propio analista.

La vigencia de un pensamiento de la diversidad nos permite ir más allá de la diferencia entre dos términos: la diversidad puede existir entre dos o n términos, y un término diverso no se define por la negación del otro. La diferencia desde el comienzo implica una dualidad; la diversidad puede existir entre dos elementos, pero también entre n elementos. Un color no se define por la negación del otro, ni siquiera el blanco y el negro.De tal modo, lo diverso remite a lo múltiple, a la variedad que no se deja subsumir en un patrón. En la diferencia enmarcada en la diversidad no se interponen jerarquías, productoras de desigualdad.Amplias revisiones teóricas van permitiendo al Psicoanálisis, desde miradas afectadas por nuevos paradigmas, exonerar, por ejemplo, a ciertas prácticas sexuales del terreno de la enfermedad, y poner en consideración las diversidades sexuales y genéricas propias del mundo de hoy. Luego, pensar en “las” parejas y no “la” pareja, en “las familias” y no “la familia”, es también posible a partir de los mencionados cambios del pensamiento que nos permiten leer más allá de la diferencia entre dos términos.

Las parejas y familias que aparecen en nuestros consultorios, y en la vida, se autodefinen de formas diferentes y organizan contratos singulares; por ende, si las pensamos con paradigmas únicos y fijos, podemos producir alguna índole de exclusión y sufrimiento a partir de nuestras intervenciones. De ahí los requerimientos de actualizaciones ligadas a la diversidad y la inclusión en el amplio campo de la salud mental.Entre las ideas que habilitan aproximaciones a la diversidad en el terreno de lo familiar, destacaré que considero a la familia como una organización abierta, en constante fluir y alejada del equilibrio; y que familia-grupo-institución/ sujeto/ mundo sociocultural, se entraman de modo indisociable: no ha de haber pues una forma familiar sustancial, situada más allá de las coordenadas del espacio y el tiempo.Desde una perspectiva psicoanalítica, en dicha organización se despliegan niveles inconcientes, es decir, las eficacias del inconciente, no encerrado en la “interioridad” del sujeto, emergen en el vínculo y la trama social.Este grupo que recibe al niño en el momento de su nacimiento tiene como función –una de ellas, central- construir su psiquismo. Esto implica procesos de investidura libidinal y narcisista: hay así una intensa circulación de afectos en los lazos familiares.

No obstante, la familia no se encuentra aislada en este accionar: otros grupos e instituciones de la cultura operan simultáneamente en la producción de subjetividad.Los modos del cuidado y del amor no se desprenden de la biología misma -que supuestamente aseguraría, entre otros, el amor incondicional al descendiente-. Por ende, condiciones diferenciales operarán en la creación de afectos “no naturales”. Vivimos, entre otros cambios, el descentramiento de la prioridad extrema de los lazos de sangre a la vigencia de lazos sociales construidos a partir de distintas circunstancias vitales, así como la caída de la asignación fija de ciertas funciones familiares a cada género. Cuando la sangre pierde su certeza, volvemos nuestros ojos a los modos de conformación de los vínculos que puedan ofrecer el sostén y la estabilidad requeridos por el psiquismo.

En cuanto a los modos del pertenecer, la familia ofrece una primera inclusión, singularizada en los inicios de la vida por la fusión, la asimetría y el cuidado extremos; luego, los modos de la pertenencia tanto familiar como extrafamiliar adquieren mayor discriminación. Aunque los vínculos familiares se caracterizan por su permanencia a lo largo del transcurso vital.Las modelizaciones teóricas aptas para pensar a las familias en su diversidad requieren considerar las peculiaridades que asumen dichas operaciones en cada grupo familiar; asimismo, pensar el devenir de la filiación, las prácticas ligadas a la crianza que inciden en la conformación del psiquismo de los descendientes. Tomar en cuenta la dimensión inconciente de las vinculaciones, las vicisitudes de la construcción de los lazos, las modalidades de la trasmisión histórica intergeneracional; las formas de tramitar los duelos, la novedad, la transformación; la aptitud ligada a la conformación de espacios transicionales que habiliten la creatividad. Dimensiones de análisis, éstas y otras, situadas más allá de quiénes sean los integrantes manifiestos de ese grupo que a sí mismo se piensa familia.

Dicho de otro modo, son fuente de consideración, con sus despliegues específicos, en las organizaciones manifiestas que emergen en la diversidad de nuestro tiempo: familias ensambladas, monoparentales o de primeras nupcias; familias donde la pareja sea homo o heterosexual y se halle, o no, legalmente constituida. Familias que partan o no de una pareja; en las que los hijos advengan de modo “natural”, o a través de inseminación o adopción... y otras.La clínica, como la vida misma, fue mostrando en las últimas décadas la insuficiencia de los modelos únicos para asistir la diversidad. Las prácticas se fueron alejando de los esquemas previos de referencia, hasta que la conceptualización de los abordajes novedosos, sustentada en otros paradigmas del pensamiento, generó y sigue dando lugar a transformaciones teóricas imprescindibles.

Por: María Cristina Rojas (2005)

HOMOSEXUALIDAD ¿PERVERSÓN O SEXUALIDAD DIFERENTE?


Desde la perspectiva clásica del psicoanálisis, el modo en que se resuelve el complejo de Edipo traerá consecuencias en la elección de objeto, como así también en la identidad sexual del sujeto. A fin de tener opiniones actuales del tema, Topía Revista consultó a los psicoanalistas Irene Meler, Benjamin Resnicoff y Sergio Rodriguez realizándoles las siguientes preguntas:

1° - ¿Cómo se fundamenta desde el campo de la teoría psicoanalítica, si lahomosexualidad es una perversión o una sexualidad diferente?.

2°- ¿Qué factores considera fundamentales para que un sujeto devengahomosexual?

3°- ¿Cuales son los recorridos y diferencias en la homosexualidad femenina y masculina?.

Irene Meler

1)¿Cómo se fundamentaría, en el campo de la teoría psicoanalítica, si la homosexualidad es una perversión o una sexualidad diferente?No acuerdo con la formulación de la pregunta. La alternativa no se plantea entre el diagnóstico de perversión y la categoría de “sexualidad diferente”. El interrogante que me resulta más adecuado se refiere a preguntar si la homosexualidad configura una estructura psicopatológica específica, y mi respuesta a esa pregunta es negativa. La elección homosexual de objeto se encuentra en sujetos neuróticos, psicóticos, perversos y caracteriales.
Lo mismo sucede con la elección heterosexual.Por supuesto que existen determinantes que permiten comprender ese desenlace subjetivo para cada caso, pero lo que no es posible es una unificación de los homosexuales en una categoría específica. El deseo homosexual subyace a muchos casos de psicosis, como Freud comprobó en su estudio sobre el caso Schreber. En estos casos, es verosímil vincular la elección homosexual con una retracción de las investiduras libidinales. Los traumas experimentados en las relaciones con los objetos de amor, favorecen dirigir el amor hacia el self, y el semejante del mismo sexo sería entonces, un doble narcisista. Habría que evaluar en qué medida el repudio social hacia la homosexualidad masculina, que comenzó en el Medioevo, contribuye a la génesis de los sentimientos de culpa y a la creación de formaciones delirantes. Es conocido que en muchos delirios paranoides el enfermo escucha voces que lo acusan de homosexual.

El diagnóstico de perversión no se obtiene a partir del tipo de elección de objeto, sino de la estrategia mental que el sujeto despliega en sus vínculos. Si encontramos fijeza, la sujeción de la excitación erótica a un guión inamovible, seducción del partenaire a través de satisfacer su deseo de forma mimética y con el fin de inducirlo a brindar un tipo de satisfacción específica y prefijada y la aparición de odio destructivo cuando esta condición no se cumple, podemos pensar que estamos ante una personalidad perversa. El semejante es desconocido en su alteridad e instrumentado de forma reificante. A esta altura de la descripción, queda claro que muchos homosexuales no se ajustan a la misma, ya que son capaces de mantener vínculos emocionales afectuosos, establecer lazos de solidaridad y experimentar empatía.
En cambio, existen heterosexuales que presentan esta modalidad vincular, por ejemplo los que cometen estafas emocionales, los coleccionistas de aventuras eróticas, que suelen ser considerados como exponentes de la virilidad heterosexual convencional. Otros homosexuales son neuróticos y hoy existe cierto acuerdo acerca de que eso es de lo mejor que le puede ocurrir a un sujeto. Esto sucede debido a que se ha extendido un cierto escepticismo acerca del concepto de salud mental, que en la actualidad es más un ideal normativo que un estado comprobable.

2)¿Qué factores considera fundamentales para que un sujeto devenga homosexual?Me resulta imposible establecer una enumeración exhaustiva. En algunos homosexuales varones he encontrado en sus historias de vida la presencia de una franca seducción por parte de la madre. Esta situación pudo promover que el apego no resignado hacia ella se retuviera bajo la forma de identificación. Si a esto se agrega el feroz amedrentamiento por parte del padre, que en ocasiones coincide con el primer factor, veremos que el futuro homosexual evita competir por las mujeres permitidas, ya que todas caen bajo el tabú.

Las mujeres son vividas en algunos casos como “contagiosas” y su contacto como potencialmente castrador. (Esta actitud es parte de la masculinidad convencional, tal como lo evidencian ciertas prácticas del estilo de la “concentración” de los jugadores de fútbol). La identificación aquí es hipermasculina y la feminidad resulta repudiada. Los partenaires preferidos deben conservar como condición erótica su aspecto y actitud masculina, ya que si se feminizan, son rechazados.En otros casos, fue la temprana depresión producto de carencias en el vínculo con la madre, lo que puede considerarse un factor determinante. Una madre percibida como desapegada, rechazante y pseudohipersexual, favoreció una identificación femenina en su hijo. En realidad, se trataba de una identificación materna, y el deseo que estructuraba su proyecto de vida era ser madre para otros. La práctica de la “fellatio” se encuadraba dentro de ese imaginario.

En otro caso, la muerte prematura de la madre y la depresión de la figura de reemplazo, promovió una identificación melancólica con el objeto perdido, lo que sentó las bases para una identificación femenina en un paciente varón.
3)¿Cuáles son los recorridos y diferencias en la homosexualidad femeninay masculina?Son múltiples. Si partimos del carácter asimétrico de la crianza, que hasta ahora ha sido ejercida predominantemente por mujeres en lo que se refiere a los cuidados primarios, vemos que tanto los varones como las niñas aman en primera instancia a sus madres, (con la excepción de las modalidades de crianza postmoderna, donde el padre participa desde el comienzo de la vida). Las mujeres lesbianas continúan entonces con su intenso apego preedípico con respecto de la madre, y no logran instalar lo que Freud denominó el “cambio de objeto”, o sea el pasaje hacia preferir al padre, que configura el sustento evolutivo para la actitud heterosexual en la adolescencia y adultez.
En algunos casos la identificación con la madre resulta inaccesible, debido a que ésta es una figura muy idealizada, ya sea por su belleza, prestigio o saber, y a la vez fría y distante. Esta circunstancia puede coincidir con un padre o figura paterna que resulte amedrentador, terrorífico o repugnante, sin que sea posible determinar en qué medida esta percepción deriva del apego de la niña respecto de su madre o de características reales del padre o cuidador masculino.

Las experiencias de abuso sexual en la infancia, respecto de las cuales las niñas son sus víctimas principales, pueden fomentar una identificación masculina realizada con fines defensivos, algo así como una identificación con el agresor. La condición femenina es experimentada como peligrosa para la integridad del self, y por lo tanto rechazada. La corriente heterosexual queda así reprimida. Las circunstancias que favorecen este desenlace subjetivo en las mujeres son diversas, y encontramos mujeres lesbianas hiperfemeninas mientras que otras se masculinizan. Cuando existe una identificación masculina en una mujer, en general resulta de la implementación de una defensa, por que la feminidad es la posición primaria para las mujeres, mientras que en el caso de los varones homosexuales, se regresa en ocasiones hacia la identificación primaria, que para los varones es femenina.

En términos generales, me parece que es necesario estudiar caso por caso, y lo que dificulta esa tarea es que está vigente entre nosotros un imaginario colectivo que sanciona la elección homosexual como patológica y al mismo tiempo inmoral. Esta circunstancia favorece que los psicoanalistas sean vulnerables ante la homofobia, con el resultado desdichado de inducir a errores diagnósticos, como el que la pregunta inicial sugiere. Es útil recordar que existen en todos nosotros corrientes psíquicas hetero y homosexuales y que lo que marca la diferencia es la hegemonía que adquieren una u otra. Esto deriva de la existencia de identificaciones cruzadas con los progenitores del sexo opuesto, identificaciones que a veces contribuyen a la construcción del carácter y que en otros casos, afectan la dirección del deseo.
También es cierto que los conceptos de masculinidad y feminidad son pasibles de deconstrucción y que es posible establecer una diferencia entre sujetos del mismo sexo, que no por eso resultan idénticos. La versión de la resolución edípica como el proceso mediante el cual adquirimos la representación de la diferencia sexual y generacional, es aplicada en muchos casos con un criterio estrecho y normalizante. Un sujeto puede haber adquirido una representación de la diferencia y sin embargo, desear lo semejante. Este deseo no se construye forzosamente sobre la fusión regresiva o la indiscriminación, sino que existen diferencias intragénero que sustentan la atracción, y semejanzas que fundan el deseo, no sobre la base de la carencia, sino de la identificación. La elección objetal y la identificación se entremezclan más de lo que el ordenado modelo edípico supone, y muchas veces elegimos objeto sobre el modelo de lo que fuimos o deseamos haber sido, como ya lo demostró Freud en 1914.

Por último, las representaciones sociales hegemónicas y también tendencias imaginarias alternativas, ofrecen los modelos posibles de ser pensados para organizar el magma de nuestras pulsiones parciales en identificaciones y elecciones objetales. No es entonces sobre el sustrato de una pulsión concebida de forma ahistórica, donde encontraremos las claves para comprender la dirección del deseo erótico, sino que debemos articular la dimensión pulsional con el estudio del narcisismo y contextualizar a los sujetos en los regímenes representativos y valorativos de su tiempo y espacio cultural.

Benjamín Resnicoffbre

La convocatoria a revisar el tema homosexualidad es una iniciativa pertinente y oportuna, es una discusión que está instalada en la sociedad toda, los propios homosexuales la han promovido sintiéndose, tal vez con razón, descalificados en sus preferencias sexuales por parte de nuestra ideología teórica y por “nuestros buenos deseos de enderezarlos y volverlos al buen camino”; esto nos lleva, entre otras cosas, a la autocrítica y a detectar si hubiere prejuicios infiltrados en nuestro pensamiento.

El primer punto de la encuesta es si la homosexualidad se incluye en las perversiones sexuales. El uso de la palabra perversión en psiquiatría está cuestionado (J. Mc Dougall propuso reemplazarla por neosexualidades) no sólo por peyorativa, sino porque el terapeuta que la emplee corre el riesgo de sentirse inclinado a intentar cambiar la sexualidad “perversa” del paciente. Para la mayoría de los homosexuales (y neosexuales) sus prácticas eróticas y elección de objeto son egosintónicas y conforme a sus deseos. Algunos querrían cambiar, pero es asunto de su elección. Para los más, nuestra tarea es ayudarlos a convivir con su condición o a resolver conflictos alternativos. Intentar cambiarlos también podría poner en peligro el núcleo de su identidad.Segunda consideración sobre la palabra perversión, próxima a su etimología: pervertir, verter, derramar, desviar, tomar un camino alternativo a partir de una corriente naturalmente predeterminada por la programación genética que podría desviarse de su cauce.
Pero recordemos el gran descubrimiento freudiano: la sexualidad humana no es biológica, su curso no está pautado de antemano, el objeto sexual no está definido por la naturaleza, lo produce la biografía del sujeto, las vicisitudes de su Edipo, de sus traumas y heridas narcisísticas infantiles; la heterosexualidad no es un punto natural de llegada, es un resultado posible entre otros. Toda elección de objeto, homo u hetero es una sustitución de los objetos originales, prohibidos y es una elaboración posible de los conflictos infantiles, una forma de curarlos. Hay salidas más o menos sufridas, más o menos logradas, todos somos supervivientes del Edipo.

La elección de objeto es una formación de compromiso entre el objeto del deseo inconsciente y la represión; ésta podría hacer que un sujeto elija a una mujer que no se parece a su madre aunque tenga rasgos que la representen; en su inconsciente es su madre, es una elección criptotransgresiva, intenta burlar la censura. Una represión más intensa podría impulsarlo e elegir un varón con rasgos de su madre; mecanismo posible en algún caso de homosexualidad; aunque en esta situación el paciente es en el fondo heterosexual, tendencia que reprimió para burlar la censura y evitar angustia de castración. Examinemos ahora la categoría “perversión” en su uso canónico, es decir el tradicional: el que designa a sujetos con prácticas sexuales diferentes a la norma, para algunos, con las neurosis y psicosis las perversiones constituyen el triángulo de lo que se ha dado en denominar la clínica freudiana. Cada una de esas categorías se describen como estructuras bien diferenciadas (las formalizaciones rigurosas, la descripción de estructuras bien delineadas, aunque epistemológicamente interesantes, no siempre son convalidadas por los hechos). Las perversiones en ese contexto nombran no sólo a una práctica sexual sino también a una supuesta estructura psicopatológica que la sustenta.

Freud describió al fetichismo (descripción que sería luego tomada como el caso ejemplar que permitiría explicar las estructuras perversas en general) como la presentificación del falo imaginario de la madre que da lugar al fantasma de la madre fálica; su función en el psiquismo del paciente consiste en renegar de la castración de la madre, es decir un intento mágico de anular las diferencias entre los sexos. Pero no siempre un síntoma “perverso” tiene ese diseño; un cortador de trenzas, por ejemplo, podría estar hablando (con su síntoma) de castración, pero también de conflictos con su hermanita de hermosos cabellos y su deseo de estar en su lugar.No obstante, el fantasma madre fálica, que es una noción muy fecunda; también suele estar presente en el inconsciente de algunos hombres homosexuales y obviamente en los travestis. Qué es un travesti (que no siempre es homosexual) sino una mujer fálica... o una pareja combinada de la que el niño está excluido y que se exhibe delante de él... o una madre caricaturizada que el sujeto imita vengativamente... no acepta la diferencia de sexos.También un travesti podría estar disfrazándose de la niña que deseó tener su madre.

La dificultad de aceptar la diferencia de sexos es uno de los traumas del desarrollo infantil; hay un duelo a elaborar por el sexo perdido; por no poder ser como ambos padres, por no poder poseerlos completamente a los dos, por no poder tener niños (caso varón). Por no ser completo.Resumiendo, algunas posibles situaciones implicadas en la homosexualidad: el deseo de los padres por un niño del otro sexo (y haber sido criado como si lo fuese, identidad de género); una fuerte angustia de castración (en el niño); formas de resolver el duelo imposible por la anhelada bisexualidad perdida; una forma de caricaturizar a una madre odiada y descalificada con quien el sujeto se identifica (algún caso de varón afeminado). Esto no agota ni mucho menos todas las situaciones.

Los homosexuales tienen muy poco en común entre sí, sólo comparten la elección de objeto, son tan variados como el resto de las personas entre sí, los hay afeminados, los hay que se trasvisten, los hay promiscuos, hay quienes se exponen a situaciones límites y peligrosas (policía, sida), los hay bisexuales. Los hay maduros, logrados, exitosos, los hay psicóticos; los hay activos, pasivos. También sus prácticas sexuales al igual que las de los heterosexuales son variadas.Es difícil sostener la existencia de estructuras homosexuales o perversas diferentes de las neuróticas o de describir situaciones edípicas típicas de estas personas.

La elección de objeto es siempre un trozo de lenguaje que relata la historia personal del sujeto como en el síntoma. Los síntomas neuróticos nos hablan de Edipo, castración, traumas infantiles; los síntomas “perversos” nos hablan de las mismas cosas; la diferencia está en la expresión manifiesta, son como dos idiomas que hablan de lo mismo; en el “perverso” el contenido manifiesto es la sexualidad perversa que encubre los conflictos infantiles y los traumas de la sexualidad infantil; en las neurosis, los síntomas manifiestos son de otra naturaleza a veces no sexuales, pero lo latente es igual. Lo mismo vale para los homosexuales.

Resumiendo: si la homo es una perversión o una sexualidad diferente: todos tenemos sexualidad diferente, la sexualidad humana es perversa, no es natural; todo objeto debe reunir alguna condición fetichista, en el sexo no hay normalidad, sólo particularidades. Si por perversión o sexualidad diferente significamos patología o no, la respuesta es del sujeto, su actividad es egosintónica. No le compete al terapeuta juzgarlo moral ni médicamente por sus preferencias sexuales. Excepciones: las conductas verdaderamente “perversas”, malvadas, violaciones, pedofilia, abusos para con los demás, es decir tema de código penal, incluido el acoso.

Sergio Rodríguez

Una cuestión metodológica: El psicoanálisis al escribir como efecto de su praxis de escucha, lectura, interpretación e intervención acerca de los sujetos, se topa con una paradoja que no debe ser perdida en ninguna circunstancia. Tampoco cuando se responde un cuestionario.Dicha paradoja reconoce como vertientes, diversas variables que se entrecruzan cuando se pasa al acto de trasmisión (psicoanalítico, de escritura, o de enseñanza).Una de esas variables es efecto de que el ordenamiento en comunidad de los sujetos, se realiza a través de discursos que trasmiten imágenes y significados que producen la apariencia de que la mayoría respondemos a modelos generales. Esa apariencia es tan pregnante, que la mayor parte del tiempo creemos que todo funciona así. De esa creencia no suelen escapar las ciencias y muchas corrientes del psicoanálisis, así como la mayoría de los integrantes de todas sus corrientes. Estoy hablando de la consecuencia de uno de los registros constituyentes del ser parlante, que Lacan discriminó y llamó Imaginario. Registro imprescindible para participar de los lazos sociales pero que genera desconocimientos, fascinaciones, identificaciones y agresividades.

Son resultado de ese registro y de la necesidad de su soporte, todas las clasificaciones (con excepción tal vez, de la Biblioteca de Babel de Borges). No se excluyen de ese resultado los agrupamientos nosológicos que propone el psicoanálisis en cualquiera de sus escuelas. Ningún discurso psicoanalítico es capaz de no producir sentido y como consecuencia ideología. Las nosologías suelen estar imbuidas de alguna manera, del sentido común (sic) de cada época. Otra vertiente de esta paradoja reside en que el psicoanálisis es tributario de que su práctica lo ha obligado a reconocer que no hay otro universal que la castración, o sea un conjunto vacío.

El acto del psicoanalista toma eficacia de soportar la singularidad del que lo lleva a cabo (el psicoanalista a través de su discurso) y de la singularidad de lo que queda bajo los efectos del mismo –las enunciaciones que perforan los enunciados del analizante– (comúnmente llamado paciente). De alguna manera, se podría decir que el psicoanalista trabaja con singulares que son causados por un universal vacío, pero que no deja de tener sus singularidades para cada uno. Desde aquí, respondo la primer pregunta.Ubicación y fundamentación sobre la homosexualidadLa palabra perversión, en el uso psicoanalítico, no deja de tener su dignidad significante. En consecuencia hay que observar en qué contexto es utilizada, para determinar sus efectos de sentido.

Cuando en Tres ensayos... Freud se refiere al infans como perverso polimorfo no está estableciendo una categoría psicopatológica, ni mucho menos moral. Se está refiriendo a un destino del instinto en su viraje a la pulsión, como efecto de la erogeinización proveniente del campo del Otro. Algo similar hay que entender cuando habla de perversión en referencia a los homosexuales. Con ese significante se refiere a lo que les acontece en su identidad sexual, como posición diferente a la media de los poseedores de un mismo órgano sexual. Además no debemos olvidar, que lo refería a un tipo particular de homosexuales que se caracterizan por el horror al genital femenino. Hay muchos otros tipos de homosexualidad en los que ese horror no se haya presente con igual dimensión (heterosexuales que dan el salto, bisexuales, homosexuales temporarios, etc.).

También sabemos que, inconscientemente, se haya presente con diferentes repercusiones y modalidades de resolución en todos los heterosexuales. En consecuencia, y para evitar confusiones moralizantes, prefiero hablar de destinos de la sexualidad. Y siguiendo a los planteos de Lacan en Encore... preguntarme sobre qué relación tiene el sujeto que está transcurriendo un análisis (sea anatómicamente hombre o mujer) con el lado macho o el lado hembra de la sexuación.PerversionesPara las perversiones, me pregunto qué relación tienen con la identificación o no a alguna de las excepciones: 1)Madre fálica (cuando las cosas andan bien temporariamente cualquier madre, pero no sólo ellas.

En este no sólo ellas, está una de las formas de las perversiones). 2)Padre de la horda. Estas dos posiciones reniegan (en la traducción de Etcheverry: desmienten) la castración que introduce para el lenguaje y en consecuencia para todo sujeto, lo real, como aquello que siempre resta por fuera del saber. Quienes se identifican a alguna de estas dos posiciones (con excepción del resultado temporario en toda madre, por una parte en función de su fantasma, y por otra, debido a tener que lidiar con el nada sabe, nada puede, de los recién nacidos) quedan ligados a identificarse con un poder desde el que se apoderan del deseo de los partenaires, de su voluntad de goce.Nueve Reinas, una excelente película argentina (¡al fin!) presenta claramente al perverso (Marcos) como, en el momento en que cree tener todo el poder sobre su víctima, actúa para someterlo absolutamente a su voluntad sin ningún tipo de escrúpulo ni culpa. También muestra que el perverso no siempre gana, contrariamente a lo que el neurótico suele suponer.

El perverso lo es, porque lleva sistemáticamente al acto de dominio absoluto sobre el deseo y la voluntad de goce del otro, lo que para el neurótico no sale del terreno de la fantasía con excepción de algún acto sintomático.Vertientes de la homosexualidad masculinaLa vertiente más generalizada de la homosexualidad masculina, es la tributaria del dominio de la madre sobre el padre, que suele conllevar el funcionamiento del niño como posesión fálica de aquella, más allá del tiempo de la castración (el padre no funcionó como privador).

Otra, resulta de un padre que con relación a ese niño ha funcionado como lo metaforizó Freud con el padre de la horda, feminizándolo, sin que la madre haya podido limitar dicha arbitrariedad del macho mayor (o sea, suele ser el resultado de alguna forma de perversión en alguno de los padres o en ambos). Otra vía suele ser la no-resolución del complejo de Edipo negativo, lo que deja al sujeto fijado a un amor erotizado al padre, que pasa a ser actuado por transferencia con subrogados homosexuales. Demás está decir que estas causas pueden converger sobredeterminando, y que mucho depende también de la respuesta del sujeto infantil a lo que le viene del Otro. Nadie es inocente de su destino y todos tenemos nuestra responsabilidad en su forjamiento.

Todas estas variantes, suponen alguna forma de renegación de la diferencia que produce la posesión de diversos órganos genitales, o sea de renegación de lo que los psicoanalistas llamamos la castración.Sobre la homosexualidad femenina: En la homosexualidad femenina suelen converger el desafío al padre como consecuencia de haberse sentido rechazada por él (prototípicamente Un caso de homosexualidad femenina descrito por Freud) y un duelo retenido por la pérdida del amor de la madre. Al igual que en la homosexualidad masculina, también suelen aparecer prácticas homosexuales en sujetos que han quedado fijados en posiciones previas a la castración y en los que esas prácticas no son el resultado de cómo resolvieron su posición ante la misma, sino de una indiscriminación sexual proveniente del anclaje a dichas fijaciones.

En muchas de ellas la renegación de la castración funciona más por cómo se metaforizan como sujetos, que porque ignoren el valor del pene como órgano en sus prácticas sexuales. Declaran añorarlo, buscan sustituirlo (haciendo uso de consoladores). La problemática está mucho más centrada en la denuncia del desfallecimiento fálico de los hombres y en la búsqueda de ser amadas como mujeres.

Por: Alfredo Caiero y Susana Toporosi (2001).

sábado, 6 de febrero de 2010

"MUCHOS HOMOSEXUALES QUE CREÍAN QUE NO HABIA OTRA OPCIÓN, HOY ESTÁN CASADOS Y CON HIJOS"

La homosexualidad no es 'normal', es síntoma de algún desorden. Según el doctor Nicolosi, en contra de lo que promueve el movimiento gay, no se ha demostrado que existan causas genéticas. Los problemas afectivos en el seno de la familia están entre las causas más comunes. Muchos homosexuales han dejado de serlo después de pasar por la asociación de Nicolosi.

El doctor californiano Joseph Nicolosi es cofundador y director de una institución americana que estudia la homosexualidad, la Asociación Nacional para la Investigación y la Terapia de la homosexualidad (NARTH). Desde hace varios años pone en práctica una terapia reparativa de la homosexualidad, es miembro de la Asociación Psicológica Americana y autor de numerosos libros y artículos científicos.

-Doctor Nicolosi, ¿qué es la homosexualidad?
La homosexualidad es un síntoma de un problema emotivo y representa necesidades emotivas insatisfechas desde la infancia, especialmente en la relación con el progenitor del mismo sexo. En otras palabras: para el chico que no ha tenido una conexión emotiva con el padre, y para la chica que no ha tenido atención emotiva por parte de la madre, ello puede inducirlos a desarrollar un síntoma de atracción hacia el propio sexo u homosexualidad.

-¿La homosexualidad es 'normal'? Y ¿qué es normal?
Yo no pienso que la homosexualidad sea normal. Aproximadamente, un 2% de la población es homosexual. Por tanto, estadísticamente, no es 'normal', en el sentido de que no está muy difundida. Además de esto, no es normal tampoco en términos de natural design. Cuando hablamos de ley natural, y de la función del cuerpo humano, cuando miramos la función del cuerpo humano, la homosexualidad no es normal. Es un síntoma de algún desorden. La normalidad es aquello que cumple una función conforme al propio design; esto es el concepto de ley natural, y en este sentido la homosexualidad no puede ser normal, porque la anatomía de dos hombres, los cuerpos de dos hombres, o dos mujeres, no son compatibles.

-¿Cuáles son las causas de la homosexualidad? ¿Existe una causa genética?
Como he dicho, las causas de la homosexualidad se remontan a la autopercepción del niño o de la niña en la primera infancia. El chico necesita de una relación con su padre para desarrollar su substancial identidad masculina, la chica necesita de una unión emotiva o relación con su madre para desarrollar su feminidad. Es el sentido del género que determina la orientación sexual. En otras palabras, cuando un chico se siente seguro de su masculinidad, se siente naturalmente atraído por las mujeres. Y lo mismo ocurre con las mujeres: cuando una joven chica se siente segura de su identidad femenina, se siente naturalmente atraída por los chicos. El homosexual es una persona que carece del sentido de género, y por ello trata de remediar, o busca un remedio, a través de otras personas. Esta inclinación se hace sexualizada, y es por ello por lo que manifiestan el síntoma de la homosexualidad.
Se habla mucho de las causas genéticas de la homosexualidad y más o menos hace veinte años en los Estados Unidos se hablaba del 'gen gay', o del 'cerebro gay', pero ningún estudio ha demostrado tal cosa. De hecho, los activistas gays en los Estados Unidos ya no hablan tanto de bases biológicas o genéticas, porque ningún estudio lo ha demostrado ni ha ofrecido tal confirmación. Son mucho más evidentes las causas familiares y ambientales, especialmente aquella que llamamos la 'clásica relación triádica' constituida por un padre distanciado y crítico, por una madre hiperinvolucrada, intrusiva y a veces dominante y por un chico constitucionalmente sensible, introvertido y refinado que está expuesto a un riesgo mayor de sentirse falto en la identidad sexual. Nosotros vemos este esquema continuamente.

Reconocemos que en muchas personas hay una predisposición constitucional a la homosexualidad, pero es una cosa distinta a la predeterminación o a una causa' directa. Esto es, el chico puede ser constitucionalmente proclive a la homosexualidad, en los términos de su constitución pasiva o delicada, en su dificultad en crear un vínculo con el padre y en sentirse confiado para con el mundo masculino, pero es necesaria la 'clásica relación triádica' ambiental para crear un problema homosexual a un chico con esta constitución.

-¿Cuál es la diferencia entre gay y homosexual?
Es esencial hacer esta importante distinción entre gays y homosexuales. Los activistas gay querrían que nosotros creyésemos que todos los homosexuales son gays. Nosotros no creemos que ellos sean gays. La palabra "gay" indica una identidad sociopolítica. "Homosexual", en cambio, es simplemente una descripción de un problema psicológico, de una orientación sexual. Las personas que vienen a nuestra clínica, que buscan una ayuda, tienen un problema homosexual, pero rechazan la etiqueta de "gays". No quieren ser llamados "gays" porque no se reconocen en aquella identidad sociopolítica y con el estilo de vida gay.

-El movimiento gay ¿es un movimiento por los derechos humanos?
Desde un cierto punto de vista lo es, es un movimiento por los derechos humanos, o por los derechos civiles, porque todas las personas, no importa cuál sea su orientación sexual, tienen que disfrutar de los derechos civiles. De todos modos, ello no significa que la sociedad deba redefinir el matrimonio; esto es otro argumento que va más allá del objetivo de esta conversación. Nosotros creemos que muchos activistas gays han usado la cuestión de los derechos civiles o de las libertades civiles como una manera para oprimir personas que están tratando de cambiar, personas que están tratando de salir de la homosexualidad. Hay una población entera de individuos que han salido o que están saliendo de la homosexualidad, y este hecho es una amenaza para los activistas gays, que están tratando de suprimir y silenciar este punto de vista, esta población.

-Los investigadores dicen que los homosexuales sufren mucho. La causa de este sufrimiento ¿es la homosexualidad o la homofobia social?
Nosotros creemos que hay sufrimiento para las personas homosexualmente orientadas en la sociedad, porque la cultura gay es minoritaria en esta sociedad y porque los objetivos sociales del movimiento gay constituyen una amenaza para el cuerpo social. Los gays quieren redefinir el matrimonio, la naturaleza de la paternidad y la norma social fundamental acerca del género y del sexo; por ello la sociedad se ha resistido a la normalización de la homosexualidad y a la visibilidad de los gays. Y reconocemos que ello sea difícil para las personas que se identifican como gay.

De todos modos, de lo que no se habla es del desorden intrínseco en la condición homosexual. Nosotros creemos que la homosexualidad es intrínsecamente desordenada y contraria a la verdadera identidad del individuo. Muchos de los síntomas de los que sufren las personas gays y lesbianas no son causados por la homofobia social, sino porque su condición misma es contraria a su verdadera naturaleza. Muchísimos estudios demuestran que los homosexuales son más infelices, depresivos, predispuestos a los intentos de suicidio, tienen relaciones pobres, son incapaces de mantener relaciones a largo plazo, tienen comportamientos autolesivos e inadaptados.

Pero no se puede simplemente decir que todo ello esté causado por la homofobia de la sociedad. En parte lo es, pero yo creo que la mayor parte de los sufrimientos se deben a la naturaleza desordenada de la misma homosexualidad, porque se opone nuestra naturaleza humana.

-¿En qué consiste la terapia reparativa?
Es un tipo particular de psicoterapia que se aplica los individuos que quieren superar su atracción homosexual. Mira a los orígenes y las causas de esta condición, que ayuda a la persona a comprenderse, enseñándole a entender qué ha ocurrido en su infancia, a entender los sucesos particulares que le han ocurrido, especialmente en los términos de las relaciones con su madre y con su padre, y a ir más allá de todo ello. Intenta apoyarla para crear nuevas relaciones que son sanas, benéficas, y que compensan el vacío emotivo que se ha creado en su desarrollo. La terapia reparativa estudia realmente fondo las técnicas que son más eficaces para disminuir la homosexualidad de una persona y desarrollar su potencial heterosexual.

-¿Cuáles son las bases teóricas de la terapia reparativa?
La terapia reparativa comienza, teóricamente, con la terapia psicodinámica, esto es, aquella que estudia las fuerzas subconscientes que gobiernan el comportamiento de las personas. Desde el punto de vista teórico, nosotros creemos que las necesidades emocionales no satisfechas se expresan indirectamente bajo forma de síntomas, y, en el caso de la homosexualidad, como atracción homosexual. Pero la homosexualidad no afecta realmente al sexo, sino más bien al intento de adquirir satisfacciones emotivas e identificación, complemento, a través del comportamiento homosexual. Un intento que, sin embargo, no funciona, y, por esta razón, las personas vienen a buscarnos. Muchos de los desarrollos teóricos están basados en la teoría psicodinámica clásica. Nosotros usamos muchos conceptos freudianos. Como es notorio, Freud pensaba que la homosexualidad era un desorden del desarrollo.

Aunque el mismo Freud fuera un defensor de los derechos de los gay, creía que el tratamiento debía estar disponible para aquellos que querían cambiar, y nosotros seguimos la misma línea. Trabajamos también con la familia de origen, ayudando al paciente a entender sus relaciones con ella y cómo el sitio ocupado por él en la estructura familiar lo ha conducido al fracaso en la adquisición del propio género.

"Sus sufrimientos se debían a causas emotivas"

El cambio es realmente posible. Nosotros vemos cada vez más individuos que quieren dar un paso al frente y dar su testimonio. Hace cinco años hubiera sido muy difícil encontrar un ex homosexual que quisiera exponerse, pero felizmente hay hombres y mujeres que eran declaradamente gays y lesbianas, que vivían un estilo de vida gay, y ahora quieren discutir abiertamente su proceso de cambio. Aunque les habían dicho que no tenían otra opción que ser gay, que tenían que aprender a aceptarlo, muchos de ellos ahora están casados y tienen niños. Estas personas han sido capaces de ir al fondo de las causas de su atracción hacia el propio sexo y han descubierto que sus sufrimientos se debía a causas emotivas.

En defensa del derecho a cambiar

En 1973, la Asociación Psiquiátrica Americana (APA) retiró la homosexualidad de su Manual de Desórdenes Mentales en una tormentosa sesión en la que el lobby homosexual culminaba tres años de fortísimas presiones. A pesar de las presiones, la retirada de la homosexualidad del catálogo de desórdenes mentales se aprobó por una mayoría de tan sólo un 58 por ciento.

La medida fue una victoria para el movimiento gay, pero una derrota tanto para los homosexuales que veían en su condición un desorden incompatible con su sistema de valores y con la vida que deseaban vivir como para los profesionales de la Psiquiatría que habían desarrollado técnicas terapéuticas para la rectificación de la orientación sexual. ¿Cómo seguir curando una condición que el propio órgano colegiado de la Psiquiatría había dejado de considerar patológica?

Ese motivo llevó a tres destacados especialistas norteamericanos -Joseph Nicolosi, Charles Socarides y Benjamin Kaufman- a fundar en 1992 la Asociación Nacional para la Investigación y Terapia de la Homosexualidad (NARTH), como respuesta a la creciente amenaza de censura científica.

NARTH, que cuenta ya con más de un millar de miembros, ha avanzado extraordinariamente en su objetivo de establecer las credenciales académicas de su actividad, a pesar de la presión de activistas homosexuales que han intentado que la Asociación Psiquiátrica Americana declare contraria a ética cualquier terapia que anime a los homosexuales a cambiar su orientación sexual.
Los profesionales que forman parte de NARTH, con un largo historial en terapias de rectificación, creen que los pacientes tienen derecho a un tratamiento y que la postura censora de los movimientos gay está poniendo en peligro ese derecho.

POR: ROBERTO MARCHESINI (2009)

Pagína Web: http://www.renacer.com.mx/index.php/recursos/articulos/85-qmuchos-homosexuales-que-creian-que-no-habia-otra-opcion-estan-casados-y-con-hijosq

¿EXISTE LA ESTRUCTURA PERVERSA?


La palabra perversión no es psicoanalítica. Aunque introducida en la Psiquiatría en el siglo pasado y aún utilizada por Freud, considero que no es psicoanalítica porque incluye en si misma una categorización moral y porque alude a perversidad, a la maldad, es decir, al deseo de hacer el mal.
Ninguna otra palabra de la nosografía psicoanalítica involucra en una descalificación moral al observador, al que la emite y obviamente al propio sujeto.Cuando hablo de perversión me refiero únicamente a la perversión sexual en tanto pienso que no existe otra.No creo en la existencia del discurso perverso, de la transferencia perversa, de los pactos perversos, de las familias perversas. Y aquí debo adelantar que pongo en duda la existencia de la estructura perversa (tema sobre el que hablaré más adelante).
La perversión sexual no es necesariamente una gimnasia sexual, pero sí algo vinculado a la resonancia orgástica.Un sujeto que infrinja dolor a otro no es un sádico hasta que no demostremos que su accionar está cerca de lo sexual, del placer, de la búsqueda del placer, de la obtención del orgasmo, del goce. Esta demostración muchas veces no es más que un descubrimiento en el psicoanálisis de alguien.La perversión sexual sería, desde una observación superficial, algo así como el opuesto a la normalidad sexual y "normalidad" es un término que se debería discutir.A pesar de la creencia común de que los psicoanalistas nos ocupamos de la vida sexual de la gente, debo decir que en realidad sabemos bastante poco acerca de la actividad sexual de nuestros pacientes y menos de la población en general que no se trata.
Habitualmente nos conformamos con el relato de nuestro paciente que es hábil para ocultar así como nosotros somos hábiles para no querer saber o no poder escuchar.Si preguntamos, muchas veces nos llevamos sorpresas que hubiésemos preferido desconocer.
En cuanto sabemos que esa persona ata a la cama a su pareja del momento, o que necesita algo del orden del travestismo para la obtención del orgasmo, o que su partenaire es del mismo sexo, muchas veces no hacemos otra cosa que asombrarnos y aún escandalizarnos. Sin embargo cuando hablamos de perversión sexual pareciera que todos sabemos de qué estamos hablando y más aún cuando decimos que alguien es perverso. Hablamos aparentemente de la actividad sexual que lleva a cabo una persona (en realidad la actividad que relata haber llevado a cabo porque son muy pocas las oportunidades de observarlas en vivo), actividad que consideramos que se sale de la regla, de lo que hace la mayoría, es decir de nuestra concepción de normalidad. Hablamos de lo que, para una cultura dada, es esperable de los seres humanos.Y si incluimos el concepto Cultura no podemos alejarnos ni del contexto histórico, cultural, ideológico, político, religioso, jurídico, ético en el cual un sujeto está supuestamente inserto.
Entonces ubicar psicopatológicamente la sexualidad de alguien obliga a tener que determinar previamente todo el contexto antes mencionado y algo más seguramente.Suscribo la idea de Otto Kernberg cuando dice que la concepción psicoanalítica tradicional acerca de la perversión necesita ser revisada y que adhiere a la definición de Laplanche y Pontalis con dos modificaciones principales: excluye a la homosexualidad y restringe la definición a los comportamientos que para obtener gratificación sexual requieren de actividades fijas, repetitivas y obligatorias.Entonces una persona perversa es alguien de quien nosotros esperamos que tuviera una actividad sexual diferente a la que tiene o por lo menos diferente a lo que nos cuenta.Insisto en que sabemos bastante poco de la actividad sexual de nuestros pacientes; que para catalogarla, lo hacemos desde nuestros propios parámetros, valores, cultura, etc., es decir, probablemente desde nuestros prejuicios. Esta expectativa proviene de nuestro contexto cultural, y también y en forma destacada desde nuestro propio análisis, o sea de la genealogía psicoanalítica que nos antecede y que antecede a nuestros analistas.
El tema de las identificaciones es muy importante dentro del marco referencial que determina nuestra teorización.Si me preguntase como hacen el amor los "normales" no me atrevería a dar una respuesta.Si la diera, probablemente caería dentro de la normativa del siglo XIX.Tampoco estoy en condiciones entonces de determinar cómo hacen el amor los que no son normales, hablando sólo desde el punto de vista de la actividad sexual.¿Los normales buscan el placer y los no normales no?¿Tenemos derecho a afirmar que las personas que no hacen el amor como la mayoría no buscan la obtención de placer?
Entonces nos enfrentaríamos al problema de determinar cuáles son los medios por los cuales los normales y los no normales obtienen dicho placer.Estamos aquí frente al problema de determinar o dictaminar si dichos medios son lícitos o no.Freud hablaba de la ciencia psicoanalítica. Dudo que la determinación de una sexualidad normal o patológica entre dentro de la teoría psicoanalítica, es decir, que podamos desde nuestra ciencia afirmar algo acerca de la normalidad o patología de un determinado ejercicio de la sexualidad.Indudablemente los analistas no tenemos por qué no tener nuestros parámetros acerca de lo bueno y lo malo, de lo que creemos que está bien o mal, de lo que suponemos que es normal (o común) y lo patológico. O por lo menos de lo que es bueno o malo para nuestro paciente. Por ahora el acuerdo teórico parece poco probable; quizás sea más posible entre el paciente y su analista, en tanto el primero conozca la ideología o postura teórica del segundo y éste la tenga consciente y eventualmente se la haga conocer al paciente.
Vuelvo al concepto de estructura. Robert Stoller decía que las estructuras no son más que metáforas. Coincido con esta opinión. En si mismo el término estructura me resulta mucho más rígido y prefiero el de "organización" el que me parece más adecuado para pensar un aparato psíquico cuyas producciones, por su dinamismo, son - a veces- posibles de ser modificadas a través de Psicoanálisis. Y en el tema que nos convoca las llamaría organizaciones neosexuales, usando el término de McDougall.A pesar de la teoría freudiana, con sus aciertos y contradicciones y de los valiosos aportes de autores post-freudianos con las múltiples teorías en vigencia, no sabemos cómo se forja la elección del deseo del objeto sexual, sólo podemos comprender algo de sus manifestaciones.
Quisiera plantear aquí una hipótesis de difícil demostración y que abre más interrogantes que respuestas. Solemos decir- sobre todo refiriéndonos a las psicosis- que el sujeto tiene una sexualidad que es producto de su propia "enfermedad".¿Por qué no podemos extender esta consideración al resto de las manifestaciones sexuales de las personas? ¿No podríamos, sin correr el riesgo de equivocarnos demasiado, decir que cada uno de nosotros tiene organizada su sexualidad y sus manifestaciones de acuerdo a la organización de su propio psiquismo?
Es decir, que cada persona tendría una psicosexualidad y una puesta en acto de la misma proveniente de su psicopatología básica.Esto nos llevaría a pensar en que habría que integrar a las manifestaciones sexuales, que se han incluido siempre como entidades psicopatológicas en si mismas, como la manifestación de una organización psíquica determinada y quizás anterior al ejercicio de una sexualidad aún de la llamada perversa.
Estaríamos quizás frente a la posibilidad de tener que aceptar que las perversiones sexuales -en tanto organizaciones o estructuras en si mismas- no existen. Sólo existiría una psicosexualidad, con su manifestación en el ejercicio de la sexualidad, que dependa exclusivamente de la organización psicológica de la persona en cuestión.También que es difícil pensar en alguien "psíquicamente sano" con una sexualidad "enferma" o un presunto "enfermo" con una sexualidad "sana".
Creo que en este punto sigo estrictamente el pensamiento freudiano.Una organización neosexual es una producción del sujeto con el objetivo de "curar" a la manera del síntoma otra "enfermedad" mucho más primaria.La actividad sexual de los neosexuales logra la obtención de placer y - aunque sea transitoriamente- el restablecimiento del equilibrio narcisístico y yoico aún a costa, muchas veces, de la existencia de peligro físico para el sujeto.Una de las características primordiales del actuar sexual neosexual es la compulsividad del acto. El sujeto no puede evitar intentar llevar a cabo su deseo, al que siente como necesidad, porque de no hacerlo se ve inundado por una angustia desvastadora.Aquí aparece en un sitial preferencial la angustia.A partir de la posibilidad de pensar en una angustia muy primordial, encontramos siempre en la actividad compulsiva un alto monto de angustia a la que el sujeto trata de calmar.
Muchas veces esta angustia está íntimamente vinculada a la pulsión de muerte, que es la que lleva a la persona a situaciones de alto riesgo. Un joven homosexual con conductas que me permitían incluirlo entre los neosexuales padecía tal intensa homofobia y odio por su orientación, que decidió hacerse contagiar el HIV en forma voluntaria, y lo consiguió.El análisis sistemático de la angustia en este paciente y otros con comportamientos similares, al hacerla decrecer en su monto (concepto económico) lleva aparejado una disminución o desaparición del actuar sexual compulsivo.La angustia es el factor determinante del actuar sexual compulsivo. Un paciente relató haberle hecho una felatio a un hombre en el baño de una estación de tren.
En el baño de la estación siguiente le hizo una felatio a otro hombre sin darse cuenta de que se trataba del mismo hasta que éste se lo hizo saber.En mi experiencia el análisis de esta angustia desbordante lleva a la desaparición y/o atenuación de estas conductas (en baños públicos, cines pornográficos, lugares de cruising, etc.) aunque muchas veces el deseo reaparece cuando la angustia aumenta. Pero si ésta fue suficientemente analizada y elaborada el paciente puede mediatizar, es decir, postergar y esperar. La incapacidad de mediatización (lo que nos habla de la dificultad en la elaboración y tramitación de la angustia en el proceso secundario) es otro signo clásico en la neosexualidad.
En personas con comportamientos sexuales que se salen de la "norma" pero con bajos niveles de angustia o con un comportamiento sintónico, la compulsividad bien puede no estar presente.La angustia no ligada se transforma en acto. Y esa angustia puede aún estar erotizada. Sostengo que hay un mecanismo entrópico entre la angustia y la erotización en donde ambos elementos se retroalimentan mutuamente. A más angustia más erotismo (y deseo) y cuanto mayor es el monto de erotismo se genera más angustia, lo que vuelve a poner al circuito en movimiento.También es típica la repetición siempre igual de la escena sexual. El sujeto se ve compelido a repetir incansablemente un mismo guión, del cual no puede apartarse, porque en caso de hacerlo desaparece "la magia" del acto y reaparece la angustia.
La elaboración de este guión y su puesta en acto le lleva a veces mucho tiempo, en la medida que nada puede ser alterado.Cada escena necesita de larga preparación y hasta prolongados ensayos.Es decir que nos encontramos ante una fijeza y ritualización del acto, a la manera del manejo del objeto fetiche (real o fantaseado). Fetichización que considero proveniente de un objeto y espacios transicionales fallidos y al uso del objeto al estilo adictivo.El "objeto" fetiche actuaría siempre como el organizador psíquico de una neosexualidad, es decir que todas las neosexualidades estarían organizadas al estilo del fetichismo.
Clásicamente el fetiche fue entendido como el objeto rellenante de un sólo vacío, el del pene. Deberíamos agregar el del falo, el del vacío existencial, el de la angustia desbordante.La concepción del Complejo de Edipo y la angustia de castración siguen obviamente vigentes pero no son suficientes para la comprensión total del fenómeno neosexual. Es posible que encontremos en los neosexuales complicadas organizaciones edípicas así como las encontramos en otros pacientes (borderlines por ejemplo) que no tienen conductas sexuales neosexuales. Asimismo la teoría del narcisismo que en un momento pareció que no sólo explicaría el fenómeno, sino que aún podría haber desplazado a la centralidad del Edipo, resultó incompleta.
Ni todos los narcisistas son neosexuales ni todos los neosexuales padecen necesariamente una patología del narcisismo.La idea básica de Freud acerca de la desmentida que lleva a la escisión yoica, y que tan útil ha sido para su teoría, merece un comentario.La desmentida es siempre y solamente la desmentida de la ausencia de pene. Esta fantasía no es fácil de hallar ni en el discurso del paciente ni en sus contenidos inconcientes. Si lo es en los niños. Manifiestamente sólo lo oí una vez dicho por un paciente al que analicé muy poco tiempo y que tenía relaciones sexuales con travestis. Ante una pregunta mía acerca de si sabía que se trataba de hombres contestó que le gustaban las mujeres con pene. No llegué a un diagnóstico de esta persona aunque muchas veces pensé que podría haber sido psicótico.La falla organizativa del Super-Yo es un elemento a encontrar tanto en neosexuales como en los que no lo son.
Sin embargo quiero aclarar cuándo utilizo el término perversión.Lo hago respecto de aquellas conductas sexuales en la cual no hay mutuo consentimiento. Es decir, en los casos en que alguien impone su voluntad sobre otro, forzando la voluntad del otro con el ejercicio de alguna forma de violencia. Esto lo observamos en ciertos casos de sadismo, masoquismo (recordemos el contrato de Sacher-Masoch) , violaciones, exhibicionismo, voyeurismo, y paidofilia.En el caso de la paidofilia ( y este es un concepto que parte de mi propia ideología y no sólo de mi pensamiento psicoanalítico) considero que aunque haya consentimiento del menor, éste no estaría todavía psíquicamente capacitado para determinar en forma autónoma su conducta.Lamentablemente estos casos que refiero, raramente llegan a nuestra consulta.
Este tipo de actividades "perversas" hace que a veces estos sujetos caigan en el campo de lo jurídicamente punible y que lleguen a los estrados judiciales. En general se trata de los casos antes mencionados. Sé que esta idea es discutible y controversial ya que en muchos países las leyes penan lo que en otros está permitido. Las leyes las hacen los hombres a partir de su propio marco histórico-cultural, político, ideológico y religioso.Y si ni la Medicina ni el Psicoanálisis debieran arrogarse el derecho de determinar lo sano y lo enfermo, las leyes jurídicas tampoco debieran decirnos a los psicoanalistas que es lo que es permitido o prohibido en el campo de la sexualidad en tanto lo permitido se transforma en normal y lo prohibido en patológico.Evidentemente estos conceptos necesitan aún ser revisados.
El Psicoanálisis tiene como objetivo básico mejorar la calidad de vida de las personas que nos consultan y que aceptan un tratamiento psicoanalítico.Aquí se impone la existencia de analistas que carezcan de pre-conceptos rígidos, suficientemente analizados por analistas con esas mismas características, que tengan clara no sólo su ideología psicoanalítica sino también su ideología frente a las cosas de la vida.

POR: JEIME STUBRIN

jueves, 4 de febrero de 2010

HOMOFOBIA


Homofobia es el término difundido popularmente para referirse al odio irracional, prejuicio, aversión, rechazo y discriminación hacia los homosexuales. Sin embargo, cuando se habla de alguien que discrimina a los judíos no se lo cataloga de judeofóbico, sino de antisemita; si la discriminación es en razón de la pertenencia étnica o racial se lo llama racista. Y si se refiere a la aversión hacia el género femenino, se habla de misoginia.

Si bien no me extenderé aquí en el análisis de cada uno de estos términos, diré que el contexto socio-histórico en el que surgen cada uno de ellos es diverso. Por otro lado, el concepto homofobia, desde su creación en 1972 por el psicólogo estadounidense George Weinberg, no sólo ha sido usado en el campo de la salud mental, sino que además ha sido utilizado por una parte del activismo gay. Así como a fines del siglo XIX la estrategia de algunos académicos fue la psiquiatrización de la homosexualidad para despenalizar las llamadas prácticas de sodomía; desplazar el mote de “patología” de la homosexualidad a la homofobia fue uno de los objetivos del uso de este concepto.

Si bien el sentido que le dio Weinberg es el de una fobia clínica, su uso desde su creación hasta la actualidad es multívoco. Incluso este autor lo utiliza para referirse al “temor a tomar contacto con los homosexuales”, a la discriminación, al odio y al prejuicio. Es decir, que no siempre que se recurre a él es para representar lo que psicopatológicamente se entiende por fobia. Lo que a fines del siglo XIX y principios del siglo XX constituyó un “logro”-despenalizar las prácticas de sodomía- a lo largo del siglo XX fue agenciado por los sectores reaccionarios y antihomosexuales para justificar la discriminación, la exclusión, las terapias aversivas y en algunos casos el encierro (manicomial).

Del mismo modo ocurrió con la patologización de las actitudes antihomosexuales a través del concepto de homofobia, ya que en el mismo país de su creador fue utilizado en casos de “crímenes de odio” como estrategia de defensa para excusar la conducta de los agresores con el fin de morigerar la pena. El caso de Matthew Shepard, un estudiante universitario gay de 21 años asesinado el 6 de octubre de 1998 fue uno de los que tuvo más repercusiones por la crueldad con la que se llevó a cabo. Si bien la estrategia de la defensa no fue aceptada por el juez, uno de los acusados alegó como atenuante haber sido invadido por un sentimiento que no pudo controlar -"pánico gay"- que terminó en el homicidio de la víctima. Este es el riesgo de utilizar categorías clínicas para hablar de fenómenos sociales e ideológicos.

Sin duda en la clínica nos encontramos con sujetos donde las manifestaciones homofóbicas son expresión de mociones y deseos homosexuales reprimidos, pero no es pertinente extender un cuadro psicopatológico para catalogar grupos, instituciones o sociedades.En este sentido, los discursos y las prácticas culturales e institucionales antigays, antilésbicos y anti-diversidad sexual y genérica se sostienen en imperativos patriarcales caracterizados por una lógica binaria que conlleva la oposición y/o complementariedad de lo femenino y lo masculino, la naturalización de los roles sexuales y estereotipos de género más o menos rígidos y el heterosexismo.

El heterosexismo es la ideología por medio de la cual la heterosexualidad -exclusiva y excluyente- se impone socialmente como la norma que todo sujeto debe cumplir. Asimismo cualquier conducta, relación o identidad que la cuestione es socialmente rechazada, estigmatizada y concebida como "anormal". Esto implica que no sólo son condenados los comportamientos homosexuales, sino también aquellas actitudes que transgreden la división de roles de género socialmente construida.Haciendo eje en los factores culturales Gregory Herek, doctor en psicología social, propuso la expresión “prejuicio sexual” en vez de homofobia, para referirse a todas las actitudes negativas basadas en la orientación sexual, tanto si el blanco es el homosexual, el bisexual o el heterosexual.

Su elección está fundamentada en que esta locución es más descriptiva y alude a un proceso reforzado socialmente. Si bien el término homofobia seguirá siendo usado por la popularidad mediática que ha adquirido, es necesario reflexionar sobre otros modos de nominar estas conductas y actitudes y sus implicancias. Hablar de “prejuicio sexual” es un vocablo más pertinente, ya que se refiere a perspectivas ideológicas. De esta forma, se saca la temática del ámbito privado del consultorio o de la patología individual y se lo ubica en el ámbito de lo público donde es posible un debate político ideológico y eventualmente una tarea “educativa”. Asimismo se vuelve a situar la responsabilidad de un sujeto que ya no es víctima de una patología, sino un sujeto que emite un juicio desde una perspectiva particular.

POR: CARLOS ALBERTO BARZANI, PSICOANALISTA (2008)